HISTORIAS HOT: Perla y su noche de bodas especial
Este es el Relato de Perla, su marido y un invitado negro el día de su boda.
Lo que ocurrió el día de la boda no se puede adivinar de las fotos de aquel día. Pero es lo más morboso que a mi marido y a mi nos ha ocurrido hasta el día de hoy. Y mira que tenemos aventurillas sexuales que contar. Fue en Barcelona, hace ya unos años. El día de mi boda me sentía tan bella, sexy y hermosa, que estaba que lo tiraba. Pero no era la única que había dado cuenta de ello. Aquel invitado, moreno, negro, amigo de mi marido, no paró de mirarme en toda la noche, hasta que consiguió el premio.
Lo mejor de todo es que fue mi propio marido quien me animó a hacerlo. Y pareció disfrutarlo tanto como yo. Aquella experiencia sexual marcó nuestra sexualidad para siempre y desde entonces solemos ser asiduos, los dos, de locales y servicios de escorts en Barcelona como Perla Negra BCN.
HISTORIAS HOT: Mensajes en las miradas
Tras una noche larga de miradas que contenían mensajes de mucho vicio, llegó el momento de los bailes y allí ya empecé a coquetear con el. Aunque no hacía falta. Sabía perfectamente lo que él quería. Y lo que deseaba yo. Solo faltaba que llegara mi recién estrenado marido y se apuntara, para que la noche de bodas terminara como el rosario de la aurora, pero bien. ¡Genial!
Ya con unos tragos y unos cuantos bailes le di al chico «de color» el número de nuestra habitación. Y solo faltaría que subiera un poco después de que lo hiciéramos nosotros. Con discreción. Mi marido llegó el primero. Para no perderse ni un detalle de tan morboso encuentro. Tuve que decirle al moreno que mi marido solo miraría. tal era su excitación (la de mi esposo) que creo que por un momento el chico pensó que también querría algo con el. Y era obvio que no le gustaba la posibilidad.
HISTORIAS HOT: Un minivestido y sin bragas
Cuando llegó a la habitación yo ya me había cambiado. Lucía un minivestido y debajo no llevaba absolutamente nada. Ni bragas, ni otra cosa. Poco duró. Le dije «si adivinas si llevo bragas o no te dejo quitarme el vestido». Y fue entonces cuando me agarró fuerte del mini trapo tirando de él hacia arriba no antes de decirme «claro que no llevas bragas, guarra».
Aquello me dejó como en las nubes. Flotaba y solo sentía mi sexo deseando ser penetrado… Aquel tórax fuerte y duro iba a ser mío. Mi marido se acercó también y comenzó a besarme. En un momento estábamos los tres completamente desnudos. La sucesión de caricias, manos entrando y saliendo de los distintos agujeros, y jadeos, no parecían tener fin.
HISTORIAS HOT: ¿Y si no paro de decir tontadas?
Mis manos fueron bajando instintivamente hasta su pene, duro, muy duro. Era enorme. No sé por qué en aquel momento besé apasionadamente a mi marido. Quizás en agradecimiento por ser tan comprensivo. Pero estaba deseando ser penetrada con fuerza por el dueño de aquel aparato. Unas cuantas caricias más no sobraban. Un beso más a mi marido y en un momento dado este me giró hacia su amigo, enseñándome completamente desnuda, mojada, excitadísima e indefensa. ¿Qué me vas a hacer? dije, como una tonta. Aún a sabiendas de lo que me esperaba.
Aún tuve tiempo de decir una tontada más a mi marido ¿Cariño, estás seguro de lo que vamos a hacer? Mira, que si no quieres no seguimos…
¡Si me llega a decir que no hoy estoy en la cárcel!
Y, por si fuera poco, el chico moreno va y me dice -ya no hay vuelta atrás, ahora vas a probar lo mío, date la vuelta-. Me tiró en la cama cabeza abajo, me abrió las piernas un poco bruscamente y me penetró con cierta violencia.
HISTORIAS HOT: El resto fue un continuo de posturas, jadeos, intercambio de cuerpos…
La tuve dentro, en mi mano, y en mi boca. Una de las veces me miré al espejo y no me reconocí. Más parecía una pantalla plana que un espejo. Todos nos vinimos varias veces. Hasta lo hicimos en la ducha, en la alfombra, y de pie.
Tras un montón de horas de sexo bestial, una camarera llamó a la puerta. Pensé que se apuntaría a la fiesta, pues desde la puerta tuvo que verlo todo. Mi marido no se cortó de abrir la puerta en bolas. Pero ella pareció entender que debía regresar más tarde. Me hubiera dado igual. También se habría llevado su merecido. Lo mismo que yo, aquella noche de mi boda.